Gente corriente
'Mami rebelle'. La vida de esta 'abuelita rebelde', como la llama su familia en francés, es una clase de historia.
Milagros Riera: «Yo quise hacer la revolución con mi familia y con mis hijos»
Nació en Valencia, se politizó en Barcelona, se exilió en París y ahora reside en el sur de Francia, en Argelès, donde en 1939 se instaló el infame campo en el que fueron recluidos los exiliados republicanos.
-¿Por qué no volvió nunca?
-Hasta la muerte de Franco hubo una orden de busca y captura contra mí y mi foto estaba en todas las fronteras. Y después, mis tres hijos ya tenían su vida hecha en Francia. Yo tuve que abandonar mi país a la fuerza. ¿Iba a forzar a mis hijos a hacer lo mismo y perpetuar la historia?
-¿Por qué la buscaban?
-A finales de los 50 estaba en Barcelona y militaba en el FOC, del Frente de Liberación Popular, el Felipe. Tenía contacto con las Juventudes Libertarias, que decidieron pasar a la acción directa y poner bombas.
-¿La acusaban de terrorismo?
-Sí. Eran atentados contra monumentos franquistas, no para matar a nadie. Éramos buena gente, jóvenes que intentábamos despertar a la gente; seguramente no era lo mejor poner bombas pero… Creix, el temido comisario de la Brigada Político-Social de la Via Laietana, me cogió una manía terrible.
-¿Por qué? No era una dirigente.
-Tenía fama de ser una fiera revolucionaria. Creix supo que nos habían propuesto secuestrar un avión. Yo estaba dispuesta, si me daban gente bregada; no se puede secuestrar un avión con chicos que no tienen ni idea, y no lo hicimos. Luego alguien de los nuestros mencionó algo de un atentado contra Creix y también se enteró. Pero eran solo palabras.
-Tenía poco más de 20 años.
-Y aparentaba 14. Una noche estaba en casa de un primo y vino la policía. Salí con mi pijama, mis gafitas, haciéndome la tonta. Me dieron una palmadita: «¿Tú eres buena, nena?», me dijeron. Me moría de risa. ¡Esos me buscaban por toda Barcelona con mi nombre de guerra!
-¿Cuál era su nombre de guerra?
SEnDAlicia la de las medias negras, porque siempre llevaba medias negras.
-Aún las lleva. ¿Por qué?
-Porque tengo varices.
-¡Ah! Aun así, nunca la cogieron.
-En el 62 cayeron muchos del Felipe. En septiembre de aquel año murió mi abuela. Yo estaba en Francia y la policía fue a buscarme a casa. Movieron el cadáver pensando que yo me escondía en aquella cama. Como comprenderá, no pude volver.
-¿En el exilio coincidió con los intelectuales de la época?
-Esos no se atrevían a decir esta boca es mía. En París milité en el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, fuimos a ver a Sartre para que firmara contra la condena a muerte de Jordi Conill y nos echó.
-En Francia siguió militando.
-También estuve un tiempo dedicándome a tener hijos.
-¿Ser madre cambió su lucha?
-No, porque yo siempre quise hacer la revolución con mi familia y con mis hijos. No tengo por qué ser una revolucionaria profesional; yo tenía mi familia y militaba, hasta ahora.
-Pudo ocupar cargos políticos.
-Nunca he tenido un papel dirigente, ni soy la Pasionaria de Argelès. No me interesan las estructuras ni ocupar cargos por una razón muy sencilla: lo que me gusta es protestar y, si eres dirigente, ¿contra quién protestas? A mí lo que me gusta es salir a repartir octavillas y pegar carteles.
-¿Siempre fue tan tremenda?
-Nacer durante la guerra quizá influyó en mi psiquismo. Siempre estuve en contra de Franco y de la Iglesia. Recuerdo estar de rodillas, escuchando al cura y pensando: «¿Pero este hombre se cree que soy idiota? ¡Qué son esas historias de que hay que adorar a la Virgen y de que hay que pagar para ir al cielo!».
-¿Qué edad tenía?
-Cinco años.
-Va a cumplir 74, pero parece mucho más joven.
-Será que la rebeldía nos mantiene jóvenes. Estar siempre alerta y en movimiento es bueno para el cerebro y para el cuerpo. Si estuviera haciendo punto de cruz, no sé...
-¿Es que una cosa quita la otra?
-No creo. He hecho mucho punto de cruz para mis nietos y también hacemos bufandas republicanas que vendemos en la plaza de Sant Jaume. Allí nos reunimos cada último sábado de mes. Llevamos fotos de nuestros familiares fusilados y pedimos verdad, justicia y reparación. Soy presidenta de Ateos y Republicanos y estoy en el Col·lectiu Republicà del Baix Llobregat. Me gusta estar donde pueda hacer cosas para continuar la lucha que he llevado toda mi vida. Yo nunca he dejado de luchar.
-¿Por qué no volvió nunca?
-Hasta la muerte de Franco hubo una orden de busca y captura contra mí y mi foto estaba en todas las fronteras. Y después, mis tres hijos ya tenían su vida hecha en Francia. Yo tuve que abandonar mi país a la fuerza. ¿Iba a forzar a mis hijos a hacer lo mismo y perpetuar la historia?
-¿Por qué la buscaban?
-A finales de los 50 estaba en Barcelona y militaba en el FOC, del Frente de Liberación Popular, el Felipe. Tenía contacto con las Juventudes Libertarias, que decidieron pasar a la acción directa y poner bombas.
-¿La acusaban de terrorismo?
-Sí. Eran atentados contra monumentos franquistas, no para matar a nadie. Éramos buena gente, jóvenes que intentábamos despertar a la gente; seguramente no era lo mejor poner bombas pero… Creix, el temido comisario de la Brigada Político-Social de la Via Laietana, me cogió una manía terrible.
-¿Por qué? No era una dirigente.
-Tenía fama de ser una fiera revolucionaria. Creix supo que nos habían propuesto secuestrar un avión. Yo estaba dispuesta, si me daban gente bregada; no se puede secuestrar un avión con chicos que no tienen ni idea, y no lo hicimos. Luego alguien de los nuestros mencionó algo de un atentado contra Creix y también se enteró. Pero eran solo palabras.
-Tenía poco más de 20 años.
-Y aparentaba 14. Una noche estaba en casa de un primo y vino la policía. Salí con mi pijama, mis gafitas, haciéndome la tonta. Me dieron una palmadita: «¿Tú eres buena, nena?», me dijeron. Me moría de risa. ¡Esos me buscaban por toda Barcelona con mi nombre de guerra!
-¿Cuál era su nombre de guerra?
SEnDAlicia la de las medias negras, porque siempre llevaba medias negras.
-Aún las lleva. ¿Por qué?
-Porque tengo varices.
-¡Ah! Aun así, nunca la cogieron.
-En el 62 cayeron muchos del Felipe. En septiembre de aquel año murió mi abuela. Yo estaba en Francia y la policía fue a buscarme a casa. Movieron el cadáver pensando que yo me escondía en aquella cama. Como comprenderá, no pude volver.
-¿En el exilio coincidió con los intelectuales de la época?
-Esos no se atrevían a decir esta boca es mía. En París milité en el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, fuimos a ver a Sartre para que firmara contra la condena a muerte de Jordi Conill y nos echó.
-En Francia siguió militando.
-También estuve un tiempo dedicándome a tener hijos.
-¿Ser madre cambió su lucha?
-No, porque yo siempre quise hacer la revolución con mi familia y con mis hijos. No tengo por qué ser una revolucionaria profesional; yo tenía mi familia y militaba, hasta ahora.
-Pudo ocupar cargos políticos.
-Nunca he tenido un papel dirigente, ni soy la Pasionaria de Argelès. No me interesan las estructuras ni ocupar cargos por una razón muy sencilla: lo que me gusta es protestar y, si eres dirigente, ¿contra quién protestas? A mí lo que me gusta es salir a repartir octavillas y pegar carteles.
-¿Siempre fue tan tremenda?
-Nacer durante la guerra quizá influyó en mi psiquismo. Siempre estuve en contra de Franco y de la Iglesia. Recuerdo estar de rodillas, escuchando al cura y pensando: «¿Pero este hombre se cree que soy idiota? ¡Qué son esas historias de que hay que adorar a la Virgen y de que hay que pagar para ir al cielo!».
-¿Qué edad tenía?
-Cinco años.
-Va a cumplir 74, pero parece mucho más joven.
-Será que la rebeldía nos mantiene jóvenes. Estar siempre alerta y en movimiento es bueno para el cerebro y para el cuerpo. Si estuviera haciendo punto de cruz, no sé...
-¿Es que una cosa quita la otra?
-No creo. He hecho mucho punto de cruz para mis nietos y también hacemos bufandas republicanas que vendemos en la plaza de Sant Jaume. Allí nos reunimos cada último sábado de mes. Llevamos fotos de nuestros familiares fusilados y pedimos verdad, justicia y reparación. Soy presidenta de Ateos y Republicanos y estoy en el Col·lectiu Republicà del Baix Llobregat. Me gusta estar donde pueda hacer cosas para continuar la lucha que he llevado toda mi vida. Yo nunca he dejado de luchar.
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